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Con 94 Años Trabaja En El Campo Más De 10 Horas Al Día: Los Hijos Lo Abandonaron

 


¿Lograrían imaginar haber transcurrido toda la vida trabajando y tener que continuar haciéndolo incluso a los 94 años? 
A medida que avanza la edad trabajar se vuelve cada vez más difícil y el apoyo de los seres queridos, amigos o familiares, se convierte necesario para poder 
pasar la vejez con tranquilidad. 
Sin embargo, no todos los hijos parecen ser capaces (o están dispuestos) a cuidar de sus padres ancianos. 
Una mujer ha encontrado a un hombre de 94 años en dificultades: estaba obligado a tener que trabajar en los campos, de 10 a 12 horas al día, para poder comer. 
La mujer, conmovida por su historia, utilizó las redes sociales para solicitar ayuda.

Este señor se llama Gregorio, llamado también Don Goyo, y vive en México en el barrio de López Portillo. Tiene una humilde casa, sin electricidad ni piso, y duerme en una hamaca inestable y para nada cómoda.
 
Cada día, Don goyo, a pesar de sus 93 años, sale de su casa para ir a un trabajo extremadamente cansador en los juncos. ¿Por qué un hombre anciano que necesita descansar está obligado a ir a trabajar?



Los hijos lo abandonaron y Don Goyo se ve obligado a ir a los campos para cortar las cañas de azúcar. Sin embargo, el hombre, tiene dificultades de movilidad: se cansa estando de pie, debido a un problema en la columna vertebral y debe necesariamente agarrarse a un viejo bastón.


Un día una mujer llamada Karla Patricia Obil encontró al hombre: sin zapatos, cansado, con el rostro triste y la espalda encorvada. La mujer cuenta haberle ofrecido un vaso de refresco. El hombre aceptó y mientras descansaba, le contó su historia. Dijo que vive solo y que los hijos viven muy lejos y ya nadie lo visita. La mujer, conmovida, entendió que debía ayudarlo, ya que es inaceptable que un hombre en sus condiciones y con su edad continúe trabajando. Entonces compartió su historia en las redes sociales, esperando recibir ayuda para poder mejorar las condiciones de vida del anciano señor.

Las solicitudes de ayuda rápidamente fueron recibidas: miles de personas se mostraron dispuestas a cuidar del señor como si fuera su padre. La vida de Don Goyo en muy poco tiempo ha mejorado: siempre tiene a alguien haciéndole compañía, hace fisioterapia para mejorar las condiciones de su espalda y encontró nuevamente la sonrisa. El hombre, agradecido a la mujer y a todas las personas que cotidianamente le regalan tranquilidad, encontró una persona capaz de poder cambiarle la vida. Ahora puede comenzar a disfrutar la vejez que nunca había vivido.

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