Header Ads Widget

Responsive Advertisement

El valor de enseñar a los niños a decir “gracias”, “por favor” o “buenos días”

 

  El valor de enseñar a los niños a decir “gracias”, 

“por favor” o “buenos días”



  



No existen emociones desadaptativas, sino una intensidad desajustada

¿Cómo estás? Una pregunta con gran valor
Recuerdos felices de infancia, clave de la salud psicológica
Transmitir a los niños la importancia de dar las gracias, 
de “pedir por favor” o de decir “buenos días” o “buenas tardes”, 
va más allá de un simple acto de cortesía. 
Estamos invirtiendo en emociones, en valores sociales, 
y ante todo, en reciprocidad.

Para crear una sociedad basada en el respeto mutuo, 
en la que el civismo y la consideración marquen la diferencia, 
es necesario invertir en esas pequeñas costumbres sociales, 
a las que a veces, no prestamos la importancia que merecen. 
Porque la convivencia se basa al fin y al cabo en la armonía, 
en esas interacciones de calidad basadas en la tolerancia donde todo 
niño debería iniciarse desde una edad temprana.

Soy de la generación del gracias, del por favor y del buenos días, 
de la misma que no duda en decir un “lo siento” cuando es necesario. 
Cualidades todas ellas que no dudo en transmitir en mis hijos, 
porque educar en respeto es educar con amor.

Un error en el que suelen caer muchas familias es en iniciar 
a los niños en estas normas de cortesía cuando los más pequeños empiezan a hablar. 
Ahora bien, es interesante saber que el “cerebro social” 
de un bebé es tremendamente receptivo a cualquier estímulo, 
al tono de voz e incluso a las expresiones faciales de su padre y su madre.

Lo creamos o no, podemos educar a un niño en valores desde edades muy tempranas. 
Sus aptitudes son casi insospechadas y hemos de aprovechar esa 
gran sensibilidad en materia emocional. Te hablamos de ello.

Dar las gracias, un arma de poder en el cerebro infantil
Los neurocientíficos nos recuerdan que el sistema neuronal  de un niño 
está programado genéticamente para “conectarse” con los demás. 
Es algo mágico e intenso. 
Incluso las actividades más rutinarias como alimentarlos, bañarlos 
o vestirles se convierten en improntas cerebrales que prefiguran 
en un sentido u otro la respuesta emocional que tendrá ese niño en el futuro.

El diseño de nuestros cerebros, por así decirlo, nos hace sentirnos 
inexorablemente atraídos a su vez por otros cerebros, por las interacciones 
de todos aquellos que están a nuestro alrededor. 
Así pues, un niño que es tratado con respeto y que desde 
una edad temprana se ha acostumbrado a escuchar la palabra 
“gracias”, entenderá rápidamente que está ante un refuerzo positivo 
de gran poder y, que sin duda, irá desentrañando poco a poco.

Es muy probable que un niño de 3 años al que su padre y su madre 
han enseñado a decir gracias, por favor o buenos días, no comprenda 
muy bien aún el valor de la reciprocidad y del respeto que impregnan estas palabras. 
No obstante, todo ello crea un adecuado y maravilloso sustrato 
para que después las raíces fuertes y profundas.

Al fin y al cabo, la edad mágica comprendida entre los 2 y los 7 años, 
es la que Piaget denominaba como “estadio de inteligencia intuitiva”. 
Es aquí donde los pequeños, a pesar de estar supeditados al mundo del adulto, 
van a ir despertándose progresivamente al sentido del respeto, 
a intuir ese universo que va más allá de las propias necesidades 
para descubrir la empatía, el sentido de la justicia y por supuesto, la reciprocidad.


Publicar un comentario

0 Comentarios